Ha llegado abril vestido de otoño y de azul, ha llegado abril y nos abrazamos, nos emocionamos, nos convocamos y conmemoramos. Ha llegado abril, nuestro mes y por todas partes hacemos charlas, caminatas, cicletadas y marchas, iluminamos de azul y nos vestimos de mar pues hay tanto que decir y hacer sobre Autismo, que nadie falta y que nadie se ausente, el mundo comienza y acaba en abril.
Ha llegado abril y un año más, retóricamente por supuesto, vuelvo a preguntarme cuando será el día en que Chile, su gente y sus instituciones, comprendan que en nuestras escuelas hay cientos de estudiantes que requieren de apoyos para acceder, participar, aprender y disfrutar de algo tan natural como es la escuela, la misma a la que van sus hermamos y vecinos. Ha llegado abril y vuelvo a pensar cómo es posible que aún no sepamos cuantas personas con Autismo viven en nuestro país, que no tengamos un plan de detección temprana ni de apoyo a la vida adulta y que aún, de ida y vuelta, sigamos discutiendo sobre si educación aquí o allá, si la admisión ha de ser “justa” o universal, juntos, revueltos o separados. Ha llegado abril y los hijos e hijas de Chile con desarrollo diverso por Autismo siguen necesitando de mayor fomación por parte de los profesionales de apoyo para que podamos brindar mejor y más recursos que las que estamos brindando, con un respuesta educativa ajustada razonablemente a sus individualidad y a sus necesidades. Ha llegado abril y vuelvo a decir que solo cuando esas ayudas sean brindadas en la magnitud e intensidad requerida, podremos decir que tenemos un sistema educativo inclusivo donde todos y todas son bienvenidos, antes seguiremos presenciando hermosos proyectos integradores pero lejanos a lo que es una incluisón educativa efectiva y la concreción de un enfoque de derechos. Nuestros niños y niñas, nuestros jóvenes y adultos con Autismo, discapacidad o desarrollo diverso han perdido ya muchos días esperando esos apoyos, a muchos y muchas se les ha pasado la vida deambulando por los patios de nuestras escuelas, desaprovechando su gran potencial de aprendizaje por una forma bastante criolla de entender lo que realmente implica una educación para todos y todas. Lo más preocupante es que ha llegado abril y pareciera que de una u otra forma, más o menos, nos hemos acostumbrado a ello y seguimos presenciando la exclusión, la repitencia, el fracaso escolar, la deserción, el maltrato y la desesperación de tantas familias por el bienestar, el futuro y los derechos de sus hijos e hijas. Ha llegado abril de lluvias mil pero la buena noticia es que habemos muchos y muchas, desde distintos ámbitos y con distintos matices, que aún no nos acostumbramos a esa segregación de la que somos partes y junto a las familias, cada vez más empoderadas, seguiremos generando instancias para conmorar con dignidad, promover el buen grato, generar experiencias formativas y concretar colaborativamente una inclusión radical y una escuela justa, tanto para estudiantes con Autismo en particular como con discapacidad en general, siendo hoy la alternativa más confiable para avanzar hacia un Chile más justo y amoroso con los ciudadanos más vulnerables de ser excluidos. Entonces, que cada mes sea tan azul como este que ha comenzado, el de los Autismos mil.
Marcela Villegas Otárola
Educadora Diferencial.